Falta de Aprehensión II

Juan Hurtado despierta a las cinco de la mañana junto a una mujer gorda y deformada por la edad. Se da una corta ducha enjuagando sus axilas y sobando su entrepierna con jabones humectantes. Lava sus dientes. Al final, su perdida mirada se concentra en rasurar los pocos pelos que aparecen en su barbilla y se aplica una loción obsequiada por sus hijos en Navidad. Baja las escaleras, toma un pan tostado, lo despiden cual animal de carga, y sube a su coche para dirigirse al trabajo. Se estaciona en el lugar 4C- en el que siempre se ha estacionado- y decide fumar un cigarro antes de subir a trabajar. Ya van veinte años en los que no había logrado dejar de fumar. "Tal vez sea", se cuestionaba, "que mi mujer me provoca el vicio... Dios quiera que no".

Entra a su despacho, y responde a la pregunta habitual de su secretario:

- ¿Cómo se encuentra el día de hoy, señor Hurtado?

- Muy bien, Ana... Muy bien...

Suspira... Ya van veinte años de mentira... Ya era una vida de mentiras... Estaba condenado a la infelicidad...

"muy bien...muy bien"